¿La deriva secesionista está fragmentando la sociedad catalana?
Sí. Cataluña ha sido tierra de acogida y un referente de modernidad y de progreso. Las propuestas separatistas nada tienen que ver con el progreso ni con la modernidad. El extremismo nacionalista solo puede calificarse de reaccionario y busca confrontar a los catalanes con el resto de los españoles. Cataluña ha pasado de ser plural, integradora, tolerante e impulsora de la economía de España a constituirse en su principal foco de tensión política y social.
Este proceso de fragmentación, de ruptura emocional entre conciudadanos, no es fruto del último trienio. Es una labor continuada del separatismo nacionalista catalán. El acontecimiento que situó a Barcelona en el mundo, los Juegos Olímpicos de 1992, les sirvió para lanzar su campaña Catalonia is not Spain, en la que hicieron sus pinitos buena parte de los actuales dirigentes de Convergencia Democrática de Cataluña. Así fue como los cachorros separatistas agradecieron la implicación, la ilusión y el esfuerzo de un gran número de ciudadanos e instituciones de toda España que hicieron posible aquellos juegos.
La división se agudiza desde que Artur Mas accedió al poder anunciando una “transición nacional” reconvertida en un épico “viaje a Ítaca”. En este viaje a ninguna parte abraza las tesis de la Asamblea Nacional Catalana cuyo objetivo declarado es romper con el resto de España. La maquinaria mediática pública y concertada se está volcando en crear la ilusión de que existe una gran mayoría de catalanes que aspiran a separarse del resto de los españoles. Desde el gobierno de la Generalitat y desde buena parte de los partidos catalanes (PSC incluido) se vende la idea de que existe un clamor en favor del derecho de autodeterminación y de la separación.
La sociedad catalana está fragmentada y cada vez más crispada por la propuesta de Mas que deja de lado las prioridades reales de los catalanes y nos divide en partidarios o contrarios de la separación. Contra el interés general centra su acción de gobierno en separar a Cataluña del resto de España, amparándose en un supuesto ejercicio de “radicalidad democrática”. El planteamiento es más extremista que radical. El ejercicio de la democracia exige respeto a la ley. Lo que se plantea, la crispación y la fractura que genera, además de innecesario y estéril está al margen de la ley y no tiene nada de democrático. No existe la democracia al margen del Estado de Derecho.
Matías Alonso
(Publicada en La Gaceta 09-09-2013)