Populismo totalitario
Me recordó a la excelente película de Dennis Gansel, que describe una práctica escolar en la que el populismo y el totalitarismo se dan trágicamente la mano
El 22 de noviembre de 2012, en el transcurso del debate de candidatos celebrado en los estudios de Catalunya Radio en Tarragona, no pude resistir la tentación de calificar la campaña electoral de CiU como «populismo de corte totalitario», lo que despertó el lógico entusiasmo del cabeza de lista de esa candidatura por la circunscripción tarraconense.
El 13 de febrero de 2013, en pleno miércoles de ceniza, hemos podido disfrutar de la primera sesión de control parlamentario a Artur Mas y su gobierno desde julio de 2012, siete meses que han dado para mucho y que, aparentemente, han sentado las bases para la ruptura disfrazada de derecho a decidir, por obra y gracia de «la voluntat d’un poble», el lema de campaña que me calentó la lengua -y también el ánimo- en el citado debate.
El pleno parlamentario se centró en la aprobación de un decreto de prórroga presupuestaria –todavía no sabemos cuándo presentará el govern los presupuestos 2013– y, entre otros temas menores, en la corrupción y sus derivadas a la catalana. Se habló de espionaje gastronómico, de la opacidad y las malas prácticas asociadas a la contratación administrativa de obras y servicios, de los informes que no informan, y un largo etcétera que parece aflorar tan solo en boca de unos pocos parlamentarios y de algunos medios de comunicación, generalmente mesetarios.
El president Mas se permitió algún que otro desliz y tuvo la osadía de poner en el mismo saco las posibles irregularidades de carácter administrativo en las cuentas de los partidos y la corrupción política continuada en el tiempo ligada a célebres casos que están en la mente de todos. Siempre que tengo que explicarle a un lego la situación política en Cataluña me viene a la mente la expresión “ceremonia de la confusión”. Y como buen oficiante de la misma el Sr. Mas llegó a afirmar que todos los partidos, sin excepción, incumplían sistemáticamente con la obligación de auditar sus cuentas anuales. Obligación que, como medida de control interno, no es obligatoria hasta que se presenten las cuentas correspondientes al año 2013. Es decir, ningún partido incumple nada al respecto y el president marea la perdiz.
Durante la fase de interpelaciones fuimos testigos de un hecho inaudito. El conseller de la Presidencia, el Sr. Francesc Homs, al responder a la interpelación de Albert Rivera sobre las medidas que pensaba aplicar el govern de la Generalitat para poner coto a la corrupción aparentemente instalada en diversos ámbitos de la política, acusó al presidente del grupo parlamentario de Ciutadans de utilizar el populismo, lo que implicaba un riesgo de caer en el totalitarismo. El lector comprenderá que de inmediato me viniera a la mente la imagen caudillista de Artur Mas encabezando la travesía del voluntarioso pueblo escogido (por él mismo) hacia la paradisíaca Ítaca.
Hasta ese momento habíamos vivido en el pleno diversas representaciones de seudodebate parlamentario a cargo de algunos consellers con diputados dependientes del Cap de la Oposició –o del conseller en Cap, según se mire–, en las que lo único que faltaba era que sus respectivos grupos parlamentarios (CiU y ERC) se hicieran la ola mutuamente. Eso me recordó Die Welle (La Ola),
Hay muchos ejemplos a lo largo de la Historia. Y el camino por el que nos quieren llevar los socios de gobierno en Cataluña no está muy alejado de algunos de ellos. Al menos Ciutadans no les hará la ola.
Matías Alonso
Publicado en La Gaceta el 06-02-2013